Liliana Álvarez

Llegué el domingo por la tarde a Carrión casi al tiempo de rezar la oración de Visperas con la comunidad.Con los primeros acordes del himno, supe que ya no estaba en mi vida diaria, uno cambia, ya no son sus tiempos, ya es "a lo que vaya surgiendo", uno comienza a dejarse llevar y se deja empapar de todo lo que vaya sucediendo a su alrededor y por eso para mi ha sido una semana muy bonita e intensa.

He vivido cuatro experiencias distintas.

Una con los peregrinos. Son muchas las motivaciones que les impulsan a hacer el Camino de Santiago, unos caminan en familia para fortalecer los lazos, otros lo hacen solos buscando un encuentro mas personal consigo mismos, otros buscando profundizar en la fe, los hay que dan gracias, que lo ofrecen por otros miembros de sus familias que no pueden caminar.... y cuando comparten estas experiencias con nosotros, nos mueven por dentro. Uno no es de piedra y todo lo que mueve el corazón de un hermano, nos conmueve. Las hermanas en sus mensajes de bendición les transmiten como rezan por ellos, por cada uno de los peregrinos y es verdad. Cada peregrino que ha pasado por mi vida esta semana, por un instante al menos, se ha colado en mi corazón!

La segunda ha sido con la comunidad de hermanas. Es una gracia poder vivir esta experiencia con una comunidad que te acoge como verdaderamente uno más. Con ellas se comparte todo, los ratos de acogida, las oraciones, la comida, charlas... uno se siente parte de algo, siente que camina con alguien al lado, con ellas, uno siente que recibe y recibe y solo tiene que abrir la mano y acoger todo lo que le es dado gratuitamente.

La tercera ha sido con el resto de hospitaleras. He podido compartir esta experiencia con otras tres chicas, cada una de un sitio distinto, no nos conociamos pero a lo largo de la semana se crea un clima muy bonito de confianza, de hermandad, de compartir lo vivido y de dar cada una lo mejor que tiene.

Y la última es conmigo misma. Sobre todo he vivido una experiencia de generosidad, de verdad, mucho más intensa, más verdadera hacia los peregrinos, hacia las hermanas, hacia el resto de hospitaleros. Uno sonríe porque eso hace bien a la persona que tiene enfrente, uno cocina para los demás, uno trata de hacerse entender aunque sea con el lenguaje universal de signos porque es importante que el peregrino se sienta acogido y querido desde el momento en que llega hasta la mañana siguiente que se vuelva a poner en camino. Y sin querer esa donación hacia los demás me ha dejado alegría, paz. Así me he vuelto yo a casa, contenta, con una sensación preciosa de haber estado como en casa, de haber descansado.Y el año que viene si Dios quiere, vuelvo!!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario